CONOCE NUESTRA TRADICION MARIANA Y CARMELITA
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viernes, 31 de diciembre de 2010
FELIZ AÑO NUEVO 2011.
A todos vosotros y vosotras, que celebráis este nuevo año 2011, os deseo que la Señora del Carmelo, os tome entre sus manos, os estreche entre sus brazos, y llenos del calor maternal de tan divina Señora, afronteís el nuevo año, con tanta ilusión y con tanta esperanza, que hagáis de cada dificultad y de cada obstáculo en el camino, una forma de confiar y amar más a la Señora que siempre os ayudará.
Feliz 2011, que sea sobre todo un año para vivirlo en familia, unidos a los nuestros, y en el centro de nuestro hogar, la presencia del Señor y de nuestra Madre bendita del Carmen.
El Señor os bendiga y os proteja, ilumine su rostro sobre vosotros y vosotras y os conceda su favor; el Señor se fije en vosotros y vosotras y os conceda la paz.
2010, un año inolvidable para todos los devotos de nuestra Madre del Carmen de Íllora
Estamos a punto de finalizar este 2010, un año complicado, para tantas familias, para tantas personas que se han quedado sin trabajo, que se han quedado sin nada. Un año, que nos ha enseñado, que mientras no nos concienciemos de que desde la justicia, la solidaridad, encontraremos solución a muchos problemas, poco va a cambiar.
Los cristianos hemos puesto en el Señor, todas nuestras esperanzas, y sólo en Él, la confianza encuentra su razón.
Todas las familias que reciben en su hogar a la Virgen, que sentimos algo muy especial por Ella, hemos vivido un año muy intenso.
Primero, porque cada mes, aumenta el número de familias que quieren recibir su imagen, ya que en Ella, encuentran gracia y fuerza para la vida.
También, porque cada mes, los cultos a nuestra Señora, se caracterizan por una sencillez y una devoción grande, y con muchos fieles, que acuden a dar gracias y a orar por sus familias.
El verano, hizo que comenzara a andar este blog, que nos ha permitido ponernos en contacto, personas muy diferentes y de muy diferentes lugares, a los que la fe, y la devoción a la Virgen del Carmen, nos ha unido con un vínculo muy especial.
El mes de Julio, fué la expresión de todo nuestro amor a la Virgen. Y tanto el Pregón, como el recital poético, la novena, los distintos cantos, la procesión, la bendición de niños y niñas, el besamanos a la Virgen, todo nos llenó de una profunda emoción, y no tenemos palabras para dar gracias a Dios, por todo lo vivido.
Por eso, al final de este año, quiero daros las gracias a todos los que recibís a la Virgen en vuestros hogares, a todos los que la lleváis siempre en el corazón, a todos los que os acercáis a esta ventana a internet, y con vuestros comentarios, nos aconsejáis, nos animáis, nos comunicáis vuestros sentimientos.
Gracias a Tí, Señora, por todo lo que nos has permitido vivir, por todo lo que tu amor hace en cada uno de nosotros.
Gracias, Señor, por un año, en el que siempre te hemos tenido presente, en el que siempre nos has acompañado.
Gracias a todos y a todas.
martes, 28 de diciembre de 2010
SANTOS INOCENTES
Después que los Magos se fueron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó de noche, tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por el profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Entonces Herodes, viéndose burlado por los Magos, se enfureció tanto que mandó matar a todos los niños de Belén y de todos sus alrededores que tuvieran menos de dos años, conforme a la información que había recibido de los Magos. Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Se ha escuchado en Ramá un clamor, un gran llanto y lamento: es Raquel que llora por sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.
La Iglesia, al celebrar a los Santos Inocentes, unos días después de la celebración del nacimiento del Salvador, nos pone de relieve una gran verdad: que ante la fuerza de la vida, siempre hay quién quiere dominarla, y hasta por miedo, acabar con ella. Porque el miedo, el odio, el querer proteger su posición de poder, hizo que Herodes, prefiriera la muerte de inocentes, antes que la defensa de la vida, ya que pensaba que el nacimiento del Niño anunciado en las profecías, podía suponer el término de su reinado, como si el Reinado de Jesús, fuera como los reinos de este mundo.
Pero, la fiesta de este día, nos recuerda, que esta situación se ha ido repitiendo a lo largo de la historia, de muy diversas formas, y que actualmente, su reflejo más claro es el caso del aborto. Porque cuando se defiende la vida frente al aborto, no es que se niegue la capacidad de decidir de la mujer, de la madre, lo que se afirma es que lo más grande que tenemos es la vida, y debemos protegerla, evitando que nadie pueda decidir por los demás, en una vida que no es la suya. Hoy en día, muchas mujeres, ante un embarazo, intentan argumentar su decisión de abortar, con todo lo negativo que puede suponer para su ritmo de vida, para sus deseos de divertirse, de trabajo, de una vida libre de preocupaciones y de cargos. Y consideran que el feto aún no representa ninguna vida, pero si se les dice, que lo tengan, y que luego lo den en adopción, a tantas familias como hay, que estarían deseando poder hacerlo, te argumentan, que cómo van a entregar su hijo o hija en adopción... ¡pero acabar con él, o con ella, ya no es tan horrible!, es mejor matar que adoptar.
Y con esto, tampoco echamos la culpa a la madre, a la mujer, sino a nuestra sociedad de la comodidad, y de alcanzar lo que queremos inmediatamente y sin esfuerzo, ni trabajo, ni sacrificio por nuestra parte, que nos está acostumbrando, a no asumir responsabilidades, a no ver el efecto de nuestras decisiones, a no mirar el sufrimiento, ni lo negativo de la vida, para no sentirnos implicados.
Por eso, la sociedad nos dibuja el aborto, como una decisión en libertad, pero realmente es la expresión del miedo a la vida, del miedo a no tener uno su propia vida, y cualquier madre, encontrará más facilidades para abortar, que para decidir seguir adelante con la vida.
Pidamos a la Virgen, al Señor, que todo esto que ahora vemos tan normal, que ya ni nos escandaliza, no repercuta en nuestro futuro más inmediato... porque es tanto lo que se hace en contra de la vida, que luego cuando queremos defenderla, porque dependemos de ella, la vida se escapa entre nuestros dedos... para muchos Dios no existe, pero aún no han podido inventar algo que se le parezca, ni han podido controlar el universo como quisieran. La modernidad, el avance, el progreso, nunca estará en contra de la vida, nunca estará en contra de Dios, porque sigue siendo, la cercanía más auténtica, y el gran misterio que aún no podemos abarcar.
ORACIÓN A LA VIRGEN POR LOS NIÑOS NO NACIDOS
OH María, Madre de Jesús y Madre nuestra, nos dirigimos a Ti en este día, ya que fuiste Tú la que dijiste "SI" a la vida. "Concebirás y darás a luz a un Hijo", dijo el ángel. Sin importar la sorpresa y la incertidumbre que esto te causaría, Tú dijiste "SI". "Hágase en mí según tu palabra".
Santa María, oramos hoy por todas las Madres que tienen miedo de ser Madres. Oramos por todas las que se sienten amenazadas y abrumadas por sus embarazos. Intercede por ellas, para que Dios les conceda la gracia de poder decir "si" y el valor de llevar a plenitud su embarazo. Que reciban la gracia de rechazar la falsa solución del aborto. Que puedan decir como Tú, "Hágase en mi según Tu Palabra". Que puedan vivir y sentir la ayuda de todos los Cristianos y sepan que la paz viene al hacer la voluntad de Dios.
domingo, 26 de diciembre de 2010
27 de Diciembre: San Juan Evangelista
SAN JUAN EL EVANGELISTA, APÓSTOL
Hijo del Zebedeo, hermano del Apóstol Santiago
Etim: "El Señor ha dado su gracia"
Autor del cuarto evangelio, de las tres cartas que llevan su nombre en el NT y del Apocalipsis. | Emblemas: El águila (por su visión mística elevada), Un libro (por su escritos llenos del Espíritu Santo). |
Ver también:
12 Apóstoles | El amor de Dios según San Juan
La misma vida se ha manifestado en la carne -San Agustín sobre I Juan
El discípulo amado
SAN JUAN el Evangelista, a quien se distingue como "el discípulo amado de Jesús" y a quien a menudo le llaman "el divino" (es decir, el "Teólogo") sobre todo entre los griegos y en Inglaterra, era un judío de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien desempeñaba el oficio de pescador.
Junto con su hermano Santiago, se hallaba Juan remendando las redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Jesús, que acababa de llamar a su servicio a Pedro y a Andrés, los llamó también a ellos para que fuesen sus Apóstoles. El propio Jesucristo les puso a Juan y a Santiago el sobrenombre de Boanerges, o sea "hijos del trueno" (Lucas 9, 54), aunque no está aclarado si lo hizo como una recomendación o bien a causa de la violencia de su temperamento.
Se dice que San Juan era el más joven de los doce Apóstoles y que sobrevivió a todos los demás. Es el único de los Apóstoles que no murió martirizado.
En el Evangelio que escribió se refiere a sí mismo, como "el discípulo a quien Jesús amaba", y es evidente que era de los mas íntimos de Jesús. El Señor quiso que estuviese, junto con Pedro y Santiago, en el momento de Su transfiguración, así como durante Su agonía en el Huerto de los Olivos. En muchas otras ocasiones, Jesús demostró a Juan su predilección o su afecto especial. Por consiguiente, nada tiene de extraño desde el punto de vista humano, que la esposa de Zebedeo pidiese al Señor que sus dos hijos llegasen a sentarse junto a Él, uno a la derecha y el otro a la izquierda, en Su Reino.
Juan fue el elegido para acompañar a Pedro a la ciudad a fin de preparar la cena de la última Pascua y, en el curso de aquella última cena, Juan reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús y fue a Juan a quien el Maestro indicó, no obstante que Pedro formuló la pregunta, el nombre del discípulo que habría de traicionarle. Es creencia general la de que era Juan aquel "otro discípulo" que entró con Jesús ante el tribunal de Caifás, mientras Pedro se quedaba afuera. Juan fue el único de los Apóstoles que estuvo al pie de la cruz con la Virgen María y las otras piadosas mujeres y fue él quien recibió el sublime encargo de tomar bajo su cuidado a la Madre del Redentor. "Mujer, he ahí a tu hijo", murmuró Jesús a su Madre desde la cruz. "He ahí a tu madre", le dijo a Juan. Y desde aquel momento, el discípulo la tomó como suya. El Señor nos llamó a todos hermanos y nos encomendó el amoroso cuidado de Su propia Madre, pero entre todos los hijos adoptivos de la Virgen María, San Juan fue el primero. Tan sólo a él le fue dado el privilegio de llevar físicamente a María a su propia casa como una verdadera madre y honrarla, servirla y cuidarla en persona.
Gran testigo de la Gloria del Maestro
Cuando María Magdalena trajo la noticia de que el sepulcro de Cristo se hallaba abierto y vacío, Pedro y Juan acudieron inmediatamente y Juan, que era el más joven y el que corría más de prisa, llegó primero. Sin embargo, esperó a que llegase San Pedro y los dos juntos se acercaron al sepulcro y los dos "vieron y creyeron" que Jesús había resucitado.
A los pocos días, Jesús se les apareció por tercera vez, a orillas del lago de Galilea, y vino a su encuentro caminando por la playa. Fue entonces cuando interrogó a San Pedro sobre la sinceridad de su amor, le puso al frente de Su Iglesia y le vaticinó su martirio. San Pedro, al caer en la cuenta de que San Juan se hallaba detrás de él, preguntó a su Maestro sobre el futuro de su compañero:
«Señor, y éste, ¿qué?» (Jn 21,21)
Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» (Jn 21,22)
Debido a aquella respuesta, no es sorprendente que entre los hermanos corriese el rumor de que Juan no iba a morir, un rumor que el mismo Juan se encargó de desmentir al indicar que el Señor nunca dijo: "No morirá". (Jn 21,23).
Después de la Ascensión de Jesucristo, volvemos a encontrarnos con Pedro y Juan que subían juntos al templo y, antes de entrar, curaron milagrosamente a un tullido. Los dos fueron hechos prisioneros, pero se les dejó en libertad con la orden de que se abstuviesen de predicar en nombre de Cristo, a lo que Pedro y Juan respondieron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.»
(Hechos 4:19-20)
Después, los Apóstoles fueron enviados a confirmar a los fieles que el diácono Felipe había convertido en Samaria. Cuando San Pablo fue a Jerusalén tras de su conversión se dirigió a aquellos que "parecían ser los pilares" de la Iglesia, es decir a Santiago, Pedro y Juan, quienes confirmaron su misión entre los gentiles y fue por entonces cuando San Juan asistió al primer Concilio de Apóstoles en Jerusalén. Tal vez concluido éste, San Juan partió de Palestina para viajar al Asia Menor.
Efeso
San Ireneo, Padre de la Iglesia, quien fue discípulo de San Policarpo, quién a su vez fue discípulo de San Juan, es una segura fuente de información sobre el Apóstol. San Ireneo afirma que este se estableció en Efeso después del martirio de San Pedro y San Pablo, pero es imposible determinar la época precisa. De acuerdo con la Tradición, durante el reinado de Domiciano, San Juan fue llevado a Roma, donde quedó milagrosamente frustrado un intento para quitarle la vida. La misma tradición afirma que posteriormente fue desterrado a la isla de Patmos, donde recibió las revelaciones celestiales que escribió en su libro del Apocalipsis.
Maravillosas revelaciones celestiales
Después de la muerte de Domiciano, en el año 96, San Juan pudo regresar a Efeso, y es creencia general que fue entonces cuando escribió su Evangelio. El mismo nos revela el objetivo que tenía presente al escribirlo. "Todas estas cosas las escribo para que podáis creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis la vida en Su nombre". Su Evangelio tiene un carácter enteramente distinto al de los otros tres y es una obra teológica tan sublime que, como dice Teodoreto, "está más allá del entendimiento humano el llegar a profundizarlo y comprenderlo enteramente". La elevación de su espíritu y de su estilo y lenguaje, está debidamente representada por el águila que es el símbolo de San Juan el Evangelista. También escribió el Apóstol tres epístolas: a la primera se le llama Católica, ya que está dirigida a todos los otros cristianos, particularmente a los que él convirtió, a quienes insta a la pureza y santidad de vida y a la precaución contra las artimañas de los seductores. Las otras dos son breves y están dirigidas a determinadas personas: una probablemente a la Iglesia local, y la otra a un tal Gayo, un comedido instructor de cristianos. A lo largo de todos sus escritos, impera el mismo inimitable espíritu de caridad. No es éste el lugar para hacer referencias a las objeciones que se han hecho a la afirmación de que San Juan sea el autor del cuarto Evangelio.
Predicando la Verdad y el amor
Los más antiguos escritores hablan de la decidida oposición de San Juan a las herejías de los ebionitas y a los seguidores del gnóstico Cerinto. En cierta ocasión, según San Ireneo, cuando Juan iba a los baños públicos, se enteró de que Cerinto estaba en ellos y entonces se devolvió y comentó con algunos amigos que le acompañaban: "¡Vámonos hermanos y a toda prisa, no sea que los baños en donde está Cerinto, el enemigo de la verdad, caigan sobre su cabeza y nos aplasten!".
Dice San Ireneo que fue informado de este incidente por el propio San Policarpio el discípulo personal de San Juan. Por su parte, Clemente de Alejandría relata que en cierta ciudad cuyo nombre omite, San Juan vio a un apuesto joven en la congregación y, con el íntimo sentimiento de que mucho de bueno podría sacarse de él, lo llevó a presentar al obispo a quien él mismo había consagrado. "En presencia de Cristo y ante esta congregación, recomiendo este joven a tus cuidados". De acuerdo con las recomendaciones de San Juan, el joven se hospedó en la casa del obispo, quien le dio instrucciones, le mantuvo dentro de la disciplina y a la larga lo bautizó y lo confirmó. Pero desde entonces, las atenciones del obispo se enfriaron, el neófito frecuentó las malas compañías y acabó por convertirse en un asaltante de caminos. Transcurrió algún tiempo, y San Juan volvió a aquella ciudad y pidió al obispo: "Devuélveme ahora el cargo que Jesucristo y yo encomendamos a tus cuidados en presencia de tu iglesia". El obispo se sorprendió creyendo que se trataba de algún dinero que se le había confiado, pero San Juan explicó que se refería al joven que le había presentado y entonces el obispo exclamó: "¡Pobre joven! Ha muerto". "¿De qué murió, preguntó San Juan. "Ha muerto para Dios, puesto que es un ladrón" , fue la respuesta. Al oír estas palabras, el anciano Apóstol pidió un caballo y un guía para dirigirse hacia las montañas donde los asaltantes de caminos tenían su guarida. Tan pronto como se adentró por los tortuosos senderos de los montes, los ladrones le rodearon y le apresaron. "¡Para esto he venido!", gritó San Juan. "¡Llevadme con vosotros!" Al llegar a la guarida, el joven renegado reconoció al prisionero y trató de huir, lleno de vergüenza, pero Juan le gritó para detenerle: "¡Muchacho! ¿Por qué huyes de mí, tu padre, un viejo y sin armas? Siempre hay tiempo para el arrepentimiento. Yo responderé por ti ante mi Señor Jesucristo y estoy dispuesto a dar la vida por tu salvación. Es Cristo quien me envía". El joven escuchó estas palabras inmóvil en su sitio; luego bajó la cabeza y, de pronto, se echó a llorar y se acercó a San Juan para implorarle, según dice Clemente de Alejandría, una segunda oportunidad. Por su parte, el Apóstol no quiso abandonar la guarida de los ladrones hasta que el pecador quedó reconciliado con la Iglesia.
Aquella caridad que inflamaba su alma, deseaba infundirla en los otros de una manera constante y afectuosa. Dice San Jerónimo en sus escritos que, cuando San Juan era ya muy anciano y estaba tan debilitado que no podía predicar al pueblo, se hacía llevar en una silla a las asambleas de los fieles de Efeso y siempre les decía estas mismas palabras: "Hijitos míos, amaos entre vosotros . . ." Alguna vez le preguntaron por qué repetía siempre la frase, respondió San Juan: "Porque ése es el mandamiento del Señor y si lo cumplís ya habréis hecho bastante".
San Juan murió pacíficamente en Efeso hacia el tercer año del reinado de Trajano, es decir hacia el año cien de la era cristiana, cuando tenía la edad de noventa y cuatro años, de acuerdo con San Epifanio.
Según los datos que nos proporcionan San Gregorio de Nissa, el Breviarium sirio de principios del siglo quinto y el Calendario de Cartago, la práctica de celebrar la fiesta de San Juan el Evangelista inmediatamente después de la de San Esteban, es antiquísima. En el texto original del Hieronymianum, (alrededor del año 600 P.C.), la conmemoración parece haber sido anotada de esta manera: "La Asunción de San Juan el Evangelista en Efeso y la ordenación al episcopado de Santo Santiago, el hermano de Nuestro Señor y el primer judío que fue ordenado obispo de Jerusalén por los Apóstoles y que obtuvo la corona del martirio en el tiempo de la Pascua". Era de esperarse que en una nota como la anterior, se mencionaran juntos a Juan y a Santiago, los hijos de Zebedeo; sin embargo, es evidente que el Santiago a quien se hace referencia, es el otro, el hijo de Alfeo.
La frase "Asunción de San Juan", resulta interesante puesto que se refiere claramente a la última parte de las apócrifas "Actas de San Juan". La errónea creencia de que San Juan, durante los últimos días de su vida en Efeso, desapareció sencillamente, como si hubiese ascendido al cielo en cuerpo y alma puesto que nunca se encontró su cadáver, una idea que surgió sin duda de la afirmación de que aquel discípulo de Cristo "no moriría", tuvo gran difusión aceptación a fines del siglo II. Por otra parte, de acuerdo con los griegos, el lugar de su sepultura en Efeso era bien conocida y aun famosa por los milagro que se obraban allí.
El "Acta Johannis", que ha llegado hasta nosotros en forma imperfecta y que ha sido condenada a causa de sus tendencias heréticas, por autoridades en la materia tan antiguas como Eusebio, Epifanio, Agustín y Toribio de Astorga, contribuyó grandemente a crear una leyenda. De estas fuentes o, en todo caso, del pseudo Abdías, procede la historia en base a la cual se representa con frecuencia a San Juan con un cáliz y una víbora. Se cuenta que Aristodemus, el sumo sacerdote de Diana en Efeso, lanzó un reto a San Juan para que bebiese de una copa que contenía un líquido envenenado. El Apóstol tomó el veneno sin sufrir daño alguno y, a raíz de aquel milagro, convirtió a muchos, incluso al sumo sacerdote. En ese incidente se funda también sin duda la costumbre popular que prevalece sobre todo en Alemania, de beber la Johannis-Minne, la copa amable o poculum charitatis, con la que se brinda en honor de San Juan. En la ritualia medieval hay numerosas fórmulas para ese brindis y para que, al beber la Johannis-Minne, se evitaran los peligros, se recuperara la salud y se llegara al cielo.
San Juan es sin duda un hombre de extraordinaria y al mismo tiempo de profundidad mística. Al amarlo tanto, Jesús nos enseña que esta combinación de virtudes debe ser el ideal del hombre, es decir el requisito para un hombre plenamente hombre. Esto choca contra el modelo de hombre machista que es objeto de falsa adulación en la cultura, un hombre preso de sus instintos bajos. Por eso el arte tiende a representar a San Juan como una persona suave, y, a diferencia de los demás Apóstoles, sin barba. Es necesario recuperar a San Juan como modelo: El hombre capaz de recostar su cabeza sobre el corazón de Jesús, y precisamente por eso ser valiente para estar al pie de la cruz como ningún otro. Por algo Jesús le llamaba "hijo del trueno". Quizás antes para mal, pero una vez transformado en Cristo, para mayor gloria de Dios.
Fuente Bibliográfica: Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.
Juan, hijo del Zebedeo
Benedicto XVI, audiencia general, 5 de julio, 2006
Zenit.org
Queridos hermanos y hermanas:
Dedicamos el encuentro de hoy a recordar a otro miembro muy importante del colegio apostólico: Juan, hijo de Zebedeo, y hermano de Santiago. Su nombre, típicamente hebreo, significa «el Señor ha dado su gracia». Estaba arreglando las redes a orillas del lago de Tiberíades, cuando Jesús le llamó junto a su hermano (Cf. Mateo 4, 21; Marcos 1,19). Juan forma siempre parte del grupo restringido que Jesús lleva consigo en determinadas ocasiones. Está junto a Pedro y Santiago cuando Jesús, en Cafarnaúm, entra en casa de Pedro para curar a su suegra (Cf. Marcos 1, 29); con los otros dos sigue al Maestro en la casa del jefe de la sinagoga, Jairo, cuya hija volverá a ser llamada a la vida (Cf. Marcos 5, 37); le sigue cuando sube a la montaña para ser transfigurado (Cf. Marcos 9, 2); está a su lado en el Monte de los Olivos cuando ante el imponente Templo de Jerusalén pronuncia el discurso sobre el fin de la ciudad y del mundo (Cf. Marcos 13, 3); y, por último, está cerca de él cuando en el Huerto de Getsemaní se retira para orar con el Padre, antes de la Pasión (Cf. Marcos 14, 33). Poco antes de Pascua, cuando Jesús escoge a dos discípulos para preparar la sala para la Cena, les confía a él y a Pedro esta tarea (Cf. Lucas 22,8).
Esta posición de relieve en el grupo de los doce hace en cierto sentido comprensible la iniciativa que un día tomó su madre: se acercó a Jesús para pedirle que sus dos hijos, Juan y Santiago, pudieran sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en el Reino (Cf. Mateo 20, 20-21). Como sabemos, Jesús respondió planteando a su vez un interrogante: preguntó si estaban dispuestos a beber el cáliz que él mismo estaba a punto de beber (Cf. Mateo 20, 22). Con estas palabras quería abrirles los ojos a los dos discípulos, introducirles en el conocimiento del misterio de su persona y esbozarles la futura llamada a ser sus testigos hasta la prueba suprema de la sangre. Poco después, de hecho, Jesús aclaró que no había venido a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate de la multitud (Cf. Mateo 20, 28). En los días sucesivos a la resurrección, encontramos a los «hijos del Zebedeo» pescando junto a Pedro y a otros más en una noche sin resultados. Tras la intervención del Resucitado, vino la pesca milagrosa: «el discípulo a quien Jesús amaba» será el primero en reconocer al «Señor» y a indicárselo a Pedro (Cf. Juan 21, 1-13).
Dentro de la Iglesia de Jerusalén, Juan ocupó un puesto importante en la dirección del primer grupo de cristianos. Pablo, de hecho, le coloca entre quienes llama las «columnas» de esa comunidad (Cf. Gálatas 2, 9). Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, le presenta junto a Pedro mientras van a rezar al Templo (Hechos 3, 1-4.11) o cuando se presentan ante el Sanedrín para testimoniar su fe en Jesucristo (Cf. Hechos 4, 13.19). Junto con Pedro recibe la invitación de la Iglesia de Jerusalén a confirmar a los que acogieron el Evangelio en Samaria, rezando sobre ellos para que recibieran el Espíritu Santo (Cf. Hechos 8, 14-15). En particular, hay que recordar lo que dice, junto a Pedro, ante el Sanedrín, durante el proceso: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hechos 4, 20). Esta franqueza para confesar su propia fe queda como un ejemplo y una advertencia para todos nosotros para que estemos dispuestos a declarar con decisión nuestra inquebrantable adhesión a Cristo, anteponiendo la fe a todo cálculo humano o interés.
Según la tradición, Juan es «el discípulo predilecto», que en el cuarto Evangelio coloca la cabeza sobre el pecho del Maestro durante la Última Cena (Cf. Juan 13, 21), se encuentra a los pies de la Cruz junto a la Madre de Jesús (Cf. Juan 19, 25) y, por último, es testigo tanto de la tumba vacía como de la misma presencia del Resucitado (Cf. Juan 20, 2; 21, 7). Sabemos que esta identificación hoy es discutida por los expertos, pues algunos de ellos ven en él al prototipo del discípulo de Jesús. Dejando que los exegetas aclaren la cuestión, nosotros nos contentamos con sacar una lección importante para nuestra vida: el Señor desea hacer de cada uno de nosotros un discípulo que vive una amistad personal con Él. Para realizar esto no es suficiente seguirle y escucharle exteriormente; es necesario también vivir con Él y como Él. Esto sólo es posible en el contexto de una relación de gran familiaridad, penetrada por el calor de una confianza total. Es lo que sucede entre amigos: por este motivo, Jesús dijo un día: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos… No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer». (Juan 15, 13. 15).
En los apócrifos «Hechos de Juan» el apóstol, no se le presenta como fundador de Iglesias, ni siquiera como guía de una comunidad constituida, sino como un itinerante continuo, un comunicador de la fe en el encuentro con «almas capaces de esperar y de ser salvadas» (18, 10; 23, 8). Le empuja el deseo paradójico de hacer ver lo invisible. De hecho, la Iglesia oriental le llama simplemente «el Teólogo», es decir, el que es capaz de hablar en términos accesibles de las cosas divinas, revelando un arcano acceso a Dios a través de la adhesión a Jesús.
El culto de Juan apóstol se afirmó a partir de la ciudad de Éfeso, donde según una antigua tradición, habría vivido durante un largo tiempo, muriendo en una edad extraordinariamente avanzada, bajo el emperador Trajano. En Éfeso, el emperador Justiniano, en el siglo VI, construyó en su honor una gran basílica, de la que todavía quedan imponentes ruinas. Precisamente en Oriente gozó y goza de gran veneración. En los iconos bizantinos se le representa como muy anciano, según la tradición murió bajo el emperador Trajano-- y en intensa contemplación, con la actitud de quien invita al silencio.
De hecho, sin un adecuado recogimiento no es posible acercarse al misterio supremo de Dios y a su revelación. Esto explica por qué, hace años, el patriarca ecuménico de Constantinopla, Atenágoras, a quien el Papa Pablo VI abrazó en un memorable encuentro, afirmó: «Juan se encuentra en el origen de nuestra más elevada espiritualidad. Como él, los "silenciosos" conocen ese misterioso intercambio de corazones, invocan la presencia de Juan y su corazón se enciende» (O. Clément, «Dialoghi con Atenagora», Torino 1972, p. 159). Que el Señor nos ayude a ponernos en la escuela de Juan para aprender la gran lección del amor de manera que nos sintamos amados por Cristo «hasta el final» (Juan 13, 1) y gastemos nuestra vida por Él.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
Tomado de la página web: http://www.corazones.org/santos/juan_evangelista.htm
sábado, 25 de diciembre de 2010
Esteban, miró al cielo, y vió al Hijo del Hombre.
Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo. Algunos miembros de la sinagoga llamada "de los Libertos", como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él. Pero como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra, se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él. Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios. Entonces exclamó: "Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios". Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre, y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después,poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: "Señor, no les tengas encuenta este pecado". Y al decir esto, expiró. 82Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y lo lloraron con gran pesar.
Celebramos el 26 de Diciembre, al primer mártir por la fe en Cristo, al diácono Esteban. Para todos nosotros, que a veces, nos sentimos incomprendidos, y en muchas ocasiones, marginados a causa de nuestra fe, Esteban nos dice, que la fe, es valentía, es entrega, es amor, es vida.
Ruega por nosotros, Esteban, para que sepamos ser fieles a la luz recibida, y para que la irradiemos a todos a nuestro alrededor.
Jesús, María y José, hacéis de la familia algo divino.
Solemnidad de la Sagrada Familia. 26 de Dic.
Este Domingo, todo la Iglesia centra su mirada en aquella humilde y pobre familia de Nazaret, Jesús, José y María. Ellos son para nosotros, un camino, una palabra, una puerta que nos abre el cielo. En la Sagrada Familia de Nazaret, encontramos la verdadera escuela del amor, de la esperanza, de la caridad. Pidamos a esta Sagrada Familia, que nos enseñe a descubrir a Dios en nuestros corazones, a descubrir a Dios en nuestros hermanos.
“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990).
enséñanos el recogimiento, la interioridad;
danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones
y las palabras de los verdaderos maestros;
enséñanos la necesidad del trabajo,
de la preparación, del estudio,
de la vida interior personal, de la oración,
que sólo Dios ve en lo secreto;
Enséñanos lo que es la Familia,
su comunión de amor,
su belleza simple y austera,
su carácter sagrado e inviolable.
Amén
¡Bendita Tú, entre las mujeres, y bendito el Fruto de tu vientre!
Y se hizo la luz sobre el mundo...
Por aquellos días el emperador Augusto promulgó un decreto ordenando que hiciera el censo de los habitantes del imperio. Este censo fue el primero que se hizo durante el mandato de Quirino, gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse a su ciudad de origen.
También José, por ser de la descendencia y familia de David, subió desde Galilea, desde la ciudad de Nazareth, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, para inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta. Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.
Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche en pleno campo cuidando sus rebaños por turnos. Un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Entonces sintieron mucho miedo, pero el ángel les dijo:
«No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para ustedes y para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Y de repente se reunieron con el ángel muchos otros ángeles del cielo, que alababan a Dios diciendo:
jueves, 16 de diciembre de 2010
18 de Diciembre: María, nuestra Estrella de Esperanza
María, Estrella del Adviento
Estrella Del Mar (Stella Maris).
En la oscuridad de la noche, los navegantes por siglos confiaban en las estrellas para orientarse hacia el puerto seguro. La Virgen es la estrella de la evangelización que nos lleva a Cristo, puerto seguro.
El libro de Reyes, 18, 45- 51, describe una pequeña nube que, elevándose sobre el mar, anunció a Elías mientras oraba en el monte Carmelo, la venida de la lluvia. Esta era una gran noticia pues anunciaba el fin de la grave sequía. La Virgen es como esa nube, signo del fin de la sequía. Jesús es la fuente que nos sacia la sed de Dios.
Los carmelitas, nacidos espiritualmente en el monte Carmelo le llamaron a la Virgen «Estrella del Mar». Muchos escritores muy antiguos también le llamaron así a la Virgen: S. Jerónimo (siglo IV), Isidoro de Sevilla (siglo VI), Alcuino de York y Rábano Mauro (siglo IX). Pascasio Radberto escribe en el siglo IX: «María es la Estrella del Mar a la que debemos seguir con nuestra fe y comportamiento mientras damos tumbos en el mar proceloso de la vida. Ella nos iluminará para creer en Cristo nacido de ella para salvación del mundo."
El Himno Ave Maris Stella (Salve estrella del mar) es del siglo VIII o IX.
San Bernardo le dedicó a la Virgen, Estrella del Mar, un poema:
Si se levantan los vientos de la tentación: si te arrastran hacia los acantilados de la desesperación... mira la estrella; invoca a María.
Si están a punto de ahogarte las olas de la soberbia, la ambición, la envidia, la rivalidad...mira a la Estrella; Invoca a María.
Lope de Vega (1562-1635)
le dedicó una hermosa poesía:
Salve, del mar Estrella,
salve, Madre sagrada
de Dios y siempre Virgen,
Tomando de Gabriel
el Ave, Virgen alma,
mudando el nombre de Eva,
paces divinas trata.
La vista restituye,
las cadenas desata,
todos los males quita,
todos los bienes causa.
Muéstrate Madre, y llegue
por Ti nuestra esperanza
a quien, por darnos vida,
nació de tus entrañas.
Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
libres de culpa, infunde
virtud humilde y casta.
Vida nos presta pura,
camino firme allana;
que quien a Jesús llega,
Eterno gozo alcanza.
Espíritu alabanzas;
Una a los tres le demos,
y siempre eternas gracias.
http://www.corazones.org/maria/estrella_mar.htm
lunes, 13 de diciembre de 2010
CULTOS MENSUALES A NUESTRA MADRE DEL CARMEN
ESTE JUEVES, 16 DE DICIEMBRE, en pleno Adviento, acudiremos a la Virgen, cargados de acción de gracias, y también de muchas súplicas.
A las 6,30 de la tarde comenzaremos con la Exposición del Santísimo. Rezaremos el Santo Rosario.
A las 7 de la tarde, recibiremos la bendición con el Santísimo, se reservará en el Sagrario, y comenzará la Eucaristía en honor de la Santísima Virgen del Carmen.
Pediremos a la Señora, por todos los hogares de nuestro pueblo, que reciben su Capilla cada mes, por sus intensiones, por sus necesidades, para que Ella los cubra bajo su manto, y les ayude cada día a caminar.
Pediremos a la Virgen, Salud de los enfermos, por nuestros hermanos enfermos, especialmente por Abelardo, Fuensanta, Carlos, Isabelita, Tina y Pepa.
Rogaremos al Señor por los difuntos devotos de la Virgen del Carmen, que han volado a su encuentro en el cielo: Por nuestro hermano Santiago Fúnes, nuestra hermana Irene Pasadas, y el niño Evangelino.
Y también rezaremos por todas las intenciones que nos han llegado vía email.
Que Ella a todos nos ayude.
Para cualquier asunto, éste es nuestro email: virgendelcarmenillora@gmail.com
"Acordaos, oh piadosísima Virgen del Carmen, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia, reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos.
Animado por esta confianza a Vos también acudo, oh, Madre, Virgen del Carmelo, y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
Oh Madre de Dios, no despreciéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén".
Tres Avemarías.
Ruega por nosotros, San Juan de la Cruz.
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ORACIÓN I
Vuestro emblema fue siempre padecer y ser despreciado. ¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones, ya que no soy tan generoso como tu en el padecer y ser despreciado! A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente, resignado y gozoso, a ti me encomiendo para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas. Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado me quedo..., me abato..., y caigo. Ten compasión de mí, y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces, con la mirada siempre vuelta al cielo. Os tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra, para ser vuestro compañero en la patria del Paraíso. Amén.
ORACIÓN II
Glorioso Padre nuestro San Juan de la Cruz, a quien el Señor quiso destinar para compartir con la Santa Madre Teresa los trabajos de la insigne Reforma de la Orden del Carmelo, hasta poblar a España de monasterios de descalzos que hicieron célebre vuestro nombre, y venerada vuestra memoria: yo os felicito porque os cupo tan gran dicha, así como por la felicidad de que gozáis en el cielo, en justo premio de tantas y tan grandes virtudes; y os pido, Santo Padre mío, me alcancéis de Dios un gran amor a la Sacratísima Virgen María, que fue el principal distintivo de vuestra gloriosa vida, para que, sirviéndola aquí en la tierra, pueda gozar de ella con Vos en el Cielo. Amén.
ORACIÓN III
¡Glorioso San Juan de la Cruz, verdadero modelo de inocencia y penitencia! yo os felicito por la victoria que alcanzasteis sobre vuestros enemigos y por la gloria, grandeza y poder de que gozáis. Reformador de la Orden Carmelitana, reformad mi alma, llena de miserias, haciendo que conozca lo perecedero de este mundo, para despreciarlo, y lo sólido y constante de la virtud, para amarla. Consejero intimo de Santa Teresa de Jesús, inducid mi espíritu a que constantemente busque y alegremente abrace la perfección cristiana, para que, si un día, preguntado por Dios, que es lo que quiero por mis trabajos, pueda responder, como vos respondisteis: Señor, padecer y ser despreciado por vos. Alcanzadme este santo deseo y la gracia de saberos imitar en la tierra, para después poderos acompañar en el cielo. Amén.
GOZOS
Pues sois Padre generoso Del reformado Carmelo, Dadnos favor y consuelo, San Juan de la Cruz glorioso. | En las alas dcl amor Y espinas de penitencia, Subís, Juan, a la eminencia De insigne reformador. En este divino ardor Seguiste a Elías celoso. Dadnos favor, etc. |
Apenas nacisteis, Juan, Cuando Jesús y María Os dan la mano a porfía Para ser su Capellán: Ambos con Vos siempre están Para haceros venturoso. Dadnos favor, etc. | De Jesús en el costado Tuvisteis, Juan, la morada, No buscando gusto en nada, Fuera de Jesús amado. ¡Oh Querubín abrasado, De todos modos dichoso! Dadnos favor, etc. |
De inocencia revestido En el primer sacrificio, De Capellán el oficio Hicisteis bien y cumplido: Por ser más agradecido Buscáis siempre lo penoso. Dadnos favor, etc. | A Jesucristo imitasteis, Negándoos a Vos mismo, Queriendo ser uno mismo En la Cruz, que tanto amasteis. En ella, pues, os quedasteis, De más penas siempre ansioso. Dadnos favor, etc. |
La Cruz tomáis por empresa Del reformado Carmelo, Y por subir más de vuelo Os descalzáis con Teresa: Si esto a todos embelesa, Os hizo ti Vos más dichoso. Dadnos favor, etc. | Por tan crecidos favores Os llegó Cristo a ofrecer Coronas para escoger; Mas elegís los mayores Desprecios y confusiones Por Jesucristo amoroso. .Dadnos favor, etc. |
De la cumbre del Carmelo Compasivo al valle vais, Y ti todo pobre le dais Por sustento el pan del Cielo. Todos quedan con consuelo De veros tan dadivoso. Dadnos favor, etc. | Siguiendo Vos este plan, Del divino amor flechado, En Cristo crucificado Vivís transformado, Juan; Esta gracia fue el imán Que os hizo muy portentoso. Dadnos favor, etc. |
Son de toda enfermedad Vuestras reliquias piscina, Universal oficina De perenne sanidad: A todos con brevedad Sanáis siempre prodigioso. Dadnos favor, etc. | Mil veces afortunados Son ¡oh Juan! vuestros devotos; Pues logran por Vos sus votos Y favores duplicados, Y por eso, entusiasmados, Os aclaman poderoso. Dadnos favor, etc. |
Trabajo y oposición En reformar padecéis; Pero todo lo vencéis Con paciencia y oración: La mayor contradicción Sufrís blando y cariñoso. Dadnos favor, etc. | Pues sois Padre generoso Del reformado Carmelo, Dadnos favor y consuelo, San Juan de la Cruz glorioso. |
V. Rogad por nosotros, Padre nuestro, San Juan de la Cruz.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oración. Omnipotente Dios y Señor, que al bendito San Juan le concedisteis ser amante fervoroso de los trabajos, desprecios y cruz de vuestro Santísimo Hijo, y una abnegación perfecta de sus pasiones y apetitos; concédenos, Señor, por sus méritos y ruegos, que, imitando ahora sus virtudes, merezcamos en el Cielo ser compañeros de su gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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Señor mío Jesucristo, que quisisteis tomar forma de siervo y nacer de una Virgen Purísima, muriendo en una cruz para librarme del pecado y del infierno, acordaos de vuestra infinita caridad, ten piedad de mi, pobre pecador, que, oprimido con el peso de mis culpas y confesando su malicia, me arrepiento de ellas, y me pesa de lo íntimo de mi corazón de haberlas cometido, por ser ofensas a vuestra bondad inmensa, a quien amo sobre todas las cosas. | |
Propongo firmemente, con el auxilio de vuestra gracia, nunca más pecar. Haced, Señor, por los méritos e intercesión de vuestro fiel siervo San Juan de la Cruz, que no me rinda a las asechanzas del común enemigo, antes bien me mantenga constante en el propósito que hago de no ofenderos más, y así consiga, con vuestra gracia, perseverar en vuestro amor hasta el último instante de mi vida, para continuar amándoos, bendiciéndoos y alabándoos por toda la eternidad en el Cielo. Amén. |
Oración preparatoria para todos los días. Clementísimo Dios, que por vuestra inmensa piedad quisisteis que San Juan de la Cruz fuese desde niño inclinado a todo género de virtudes, y con su ejercicio alcanzase ser muy amado de Vos y de Nuestra Santísima Madre, comunicándole muchas gracias y singulares favores, os suplico humildemente, por su intercesión y merecimientos, que me concedáis pureza de alma y cuerpo con las demás virtudes que este glorioso Santo practicó toda su vida, a fin de que, imitándole en este ejercicio, merezca, como él, ser amparado de Vos y de vuestra Madre Santísima en esta vida por gracia, y después gozaros para siempre en su compañía en la gloria. Amén. | ||
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