Este
pasado Jueves, 6 de Diciembre, nuestro Párroco, D. José Luis, nos animó
a ponernos en camino, y en este año de la fe, tener un encuentro personal, comunitario, con el testimonio de fe, y de una fe muy viva, que nos dejó como ejemplo, San Juan de Ávila.
Y como siempre, que nuestro Párroco nos convoca, un buen grupo de peregrinos, en una mañana fría, nos unimos llenos de ilusión, en un mismo sendero, ese que nos íba a permitir conocer, a el Maestro, a San Juan de Ávila, quién su vida, fué una constante preocupación, por revitalizar la fe cristiana, formándola, educándola, llenándola de amor y de esperanza.
Pudimos poco a poco, ir descubriendo sus huellas, en todos los lugares de una ciudad, Montilla, que nos recibió con los brazos abiertos.
El Convento de Santa Clara, la Ermita de la Rosa, la Parroquia de Santiago Apóstol, la Casa de San Juan de Ávila, la Basílica de San Juan de Ávila, nos llenaron de un sentimiento de admiración, por toda la belleza de unos monumentos, que expresan la fe de un pueblo, que pone toda su confianza en Dios.
Cuando
llegó el momento de llegar a la Basílica, nos preparamos mediante la
confesión personal. Fué impresionante, la labor que todos los sacerdotes
allí realizan, para recibir y atender a tantísimos peregrinos, pues el
Templo estaba totalmente abarrotado. El P. Jerónimo, que destacaba por su juventud, su alegría en la fe, y sus sabios consejos, no sólo nos dió la bienvenida, sino que en el confesonaria, hacía que todos saliéramos, con una alegría interior impresionante.
El rector de la Basílica, junto a los sacerdotes peregrinos, entre los que estaba nuestro Párroco, y el P. Paco, Párroco de Moclín, con peregrinos de Moclín, que allí nos habíamos encontrado, presidió una celebración eucarística, que nos
unió en un mismo canto de alabanza a Dios, por todo lo que realizó en
la vida de San Juan de Ávila, y por todo lo que su vida, a todos
nosotros nos enseña.
Al
finalizar la Eucaristía, todos nos acercamos a besar el relicario de
San Juan de Ávila, que se venera en el Altar Mayor de la Basílica, y un poco más tarde, también el relicario, que peregrina por todas las Diócesis de España, y que ya ha visitado Granada.
Tras esta mañana, tan intensa, tan llena de gozo, todos nos reunimos en el almuerzo, compartiendo
las impresiones vividas, animándonos en el testimonio de fe, que cada
uno realiza en el ambiente diario, en el que se desenvuelve.
Todos llegamos a la misma conclusión:
la juventud de todos los que al frente de este año jubilar en Montilla,
atienden a los peregrinos, su alegría, su fe, la acogida que ofrecen,
es indescriptible.
Por la tarde, después del almuerzo, nos pusimos en camino hacia Rute... la buena comida, y cierto cansancio, hizo que el silencio en el autobús, solo roto por la música que llevaba puesta, lo inundara todo, fruto del sueño que tocó a todos.
En Rute, nos dispusimos a ver el Belén de Chocolate, pero era tal la
cantidad de visitantes que había, y las largas colas que se habían
formado, que rodeaban todo el centro, que decidimos, visitar el pueblo, y
visitar en su lugar el Museo del Azúcar, y mereció la pena, pues las
obras de arte que allí contemplamos, realizadas con azúcar, son
admirables.
De allí, volvimos para Íllora, dando gracias a Dios por todas las experiencias vividas, y pidiéndole a San Juan de Ávila,
que nos ayude a ser cristianos valientes, que con nuestras palabras y
con nuestras obras, siempre demos testimonio, de que Cristo es el
camino, la verdad y la vida.